sábado, 9 de enero de 2010

LA GUERRA DEL CRUCIFIJO. Una visión desde la Constitución


No soy jurista ni abogado, pero creo que la retirada de los crucifijos no sólo no puede apoyarse en la Constitución sino que, a mi humilde entender, atenta contra ella.
En primer lugar, todo parte de que muchos confunden los siguientes conceptos:
"Estado Aconfesional" (el estado es neutral en cuestiones religiosas, no tomando partido en favor de ninguna creencia ni no creencia),
"Estado Laico" (toma partido por la no creencia pero respeta-tolera las confesiones y creencias),
"Estado Laicista" (militantemente ateo, ataca las creencias religiosas).
Estoy seguro que España, según la Constitución, es un Estado Aconfesional ("Ninguna confesión tendrá carácter estatal" pero se colabora con las creencias de los españoles), no laico ni menos laicista. Por tanto la retirada de los crucifijos no puede basarse en la Constitución y es anti-constitucional.
En segundo lugar, si estamos en un sistema basado en el concepto de voluntad popular expresada en la idea de predominio de la opinión mayoritaria (y respeto a las minorías), no entiendo cómo una ley puede retirar unos símbolos que molestan a una minoría cuando la mayoría (creyentes) los aceptan. No entiendo cómo una minoría se puede imponer a la mayoría en un sistema democrático. Eso tampoco lo ampararía nuestra Constitución.
En tercer lugar, y recogiendo los dos argumentos anteriores, los creyentes podemos estimar que
1) retirar los crucifijos es una toma de partido del Estado por una opción en materia religiosa (en este caso a favor de la no creencia), cosa prohibida por la Constitución.
2) retirar los crucifijos puede ser considerado un acto hostil contra la religión (anti-constitucional: ver primer argumento).
3) retirar los crucifijos puede ser considerado un acto ofensivo para la mayoría creyente, tanto como hacer presente el crucifijo puede ofender a los no creyentes, por lo que debe predominar la opinión mayoritaria (ver segundo argumento).


Por Gabriel Wüldenmar Ortiz

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"LA SOLIDARIDAD ES DELITO"


Cuando leí esta afirmación en un cartel callejero, a propósito de cómo tratamos a los inmigrantes en este sistema y en esta sociedad, tomé buena nota. Lo que no esperaba es que pocos meses después lo experimentaría en mis propias carnes. La cosa fue que acompañé a un muy querido vecino, inmigrante africano (honesto y trabajador padre de familia), a un Juzgado de Instrucción de Málaga que lo había citado (al final para nada grave). En la citación no decía que se presentase con abogado pero como mi amigo apenas habla muy poco de español y no sabe leer ni escribir (sólo su nombre), fui yo para echarle una mano con el idioma. Cuando delante de él pregunté a la funcionaria de qué se trataba, me preguntó con hostilidad que quién era yo. Cuando le dije que era un amigo de él, me dijo que a mí no tenía por qué decirme nada, que me marchara, y a mi amigo le alargó un papel pretendiendo que lo firmase. Como es lógico, mi amigo quería saber qué es lo que iba a firmar – es un derecho absolutamente lógico - pero como no sabía leer me alargó el papel y yo lo estaba leyendo, cuando la funcionaria, visiblemente enfurecida me quiso impedir que lo leyese. Como yo pretendí continuar la lectura y le pedí “un momentito por favor”, gritó que llamasen a seguridad. Otro funcionario se me encaró y me dijo que me marchara o tendría que llamar “a las Fuerzas del Orden”.

Yo, para no empeorar las cosas y porque, lo confieso, me sentí intimidado, me marché como un cobarde. Allí quedó mi amigo sólo, en perfecta indefensión al no saber lo que pasaba ni lo que firmaba. Y yo fuera preguntándome si esto es justicia, si el amor al prójimo, la amistad y la solidaridad son ya delito en la “próspera” Europa de las “libertades”.


Por Gabriel Wüldenmar Ortiz

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El PLANETA AMENZADO Y LOS PODEROSOS


Muchas personas, grupos y pueblos pusieron sus esperanzas en que la Cumbre de Copenhague (Diciembre de 2009) lograría un acuerdo tan bueno como necesario para frenar la destrucción ecológica de nuestro mundo. Sus esperanzas quedaron decepcionadas. Tras esta Cumbre de políticos y gobernantes queda de manifiesto la incapacidad de los “líderes” mundiales del capitalismo para dar una respuesta ante el problema ecológico. Dichos “líderes” demostraron, al defraudar las expectativas de la Humanidad una vez más, que no representan a nadie, como no sea a los poderes en la sombra en este sistema: las grandes empresas y corporaciones que los sostienen y financian, y que no van a solucionar el problema ecológico ni el del hambre y la desigualdad, porque son esos poderes los responsables de dichos problemas.

Si no representan a los ciudadanos, ni trabajan para el interés común, y sólo saben gastar y contaminar más, y servir de apoyo a los poderosos responsables de estas amenazas globales, en buena lógica deberían ser depuestos de sus cargos, juzgados y encarcelados por un delito de Lesa Humanidad ante un Tribunal Penal Internacional. En lugar de eso, los encarcelados por los esbirros del poder y por sus jueces títeres fueron un grupo de manifestantes pacíficos de la prestigiosa Greenpeace. Estos cometieron el tremendo delito de colarse en la fiesta de los ricos y poderosos con una incisiva pero respetuosa pancarta (“Los políticos hablan, los líderes deciden”) aparecida inconvenientemente ante las cámaras. Por haber molestado así al Imperio de la Bestia, fueron tratados de manera “desproporcionada e innecesariamente cruel” en las cárceles danesas. Quedaron en libertad con cargos tras 21 días incomunicados sin poder recibir cartas ni correos electrónicos ni poder realizar una simple llamada telefónica, como si fueran “peligrosos terroristas”, que es lo que se dice ahora para controlar el pensamiento independiente. Si los líderes mundiales trabajan para la mafia empresarial mundial empeorando el destino de la Humanidad, no pasa nada; si unos manifestantes pacíficos enseñan una pancarta, son encarcelados y maltratados. Son peligrosos porque denuncian la verdad que no se quiere oír.

Esta es la democracia capitalista, que no hace nada si te introduces en una fiesta o palacio de los poderosos, pero sí te encarcela si lo haces para decir alguna verdad incómoda. Muchos lo entendieron así, y dejaron de comprar productos daneses, enviaron cartas o e-mail de protesta a las embajadas y consulados de Dinamarca, y de apoyo a Greenpeace. Pero lo mejor es que corroboró una vez más que el capitalismo es incompatible con la solución del problema ecológico (tanto como del hambre, la esclavitud infantil, la injusticia y el paro) y con la supervivencia de la Humanidad.


Por Gabriel Wüldenmar Ortiz

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